miércoles, 6 de octubre de 2010

Un frío adiós

Roberta se despide con un gran beso, teniendo claro que por muchos años no se verían. Eran las 5:50 am. fuera del aeropuerto de Calama. El frío nunca nadie lo habría imaginado. Cuando la abrazo para besar su mejilla me di cuenta que el beso de Roberta mojó su cachete izquierdo. Intenté por tema higiénico besar la otra mejilla, pero parecería que buscaba algo más. Continúo, besando el mismo lado que babió Roberta, la fría mejilla y mi mejilla se queda pegada a su mejilla cual lengua en un helado recién abierto. La reacción como repelente fue lo peor. Válgame Dios, nunca había no sentido algo tan doloroso como un trozo de piel que se pega en la otra piel. Paradojicamente el frío anestesió lo que provocó.
Mi piel en su piel, cual poema romántico pero convertido en terror cual caníbal sacando cinematográficamente mi piel para dejar en su cara una mancha que hoy treitaidos años veo en su piel que yace para siempre en este ataúd. Y veo mi rostro que se refleja en este vidrio con esta cicatriz que es parte de mi.

jueves, 6 de mayo de 2010

paramor

Qué es esto? Qué me perdí? Me quedé dormido, de nuevo? Hay algo que no sé?
Lo que sé es que es mejor. Dejar de citarte a tomar un té a media tarde en una pulpería abandonada. Dejar pellizcarte bajo la mesa. Dejar de aspirarte con la fuerza de un caño de cogollos hasta dentro de mí. Dejo de pensar lo impensable, eterno resplandor de un día horizontalmente junto ti.
Los adioses se congregan poco a poco. Me subo a un tren, pero en el último vagón, mirando hacia atrás, no en el primero mirando hacia adelante. Ten claro que no me voy, sólo regreso.
Inocencias de la puta madre. Déjame decirte que de a poco la insaciable danza de Eros me tatúa las manos, mi beso, mi pecho, mi sexo.
Saber que contigo estuve tan cerca del amor, pero nunca me hiciste el amor. Saber que nos "desmiramos" sin adentrarnos el uno en el otro. Pero mis sueños húmedos y confusos te hacía protagonista de las más complejas, descarnadas, placenteras y adorables historias para adultos que sueño alguno tuvo un dormido.
Créeme, cruzaré la calle, te veré pasar por la vereda de enfrente. Te desearé (como corresponde a un hombre que no supo cómo era estar dentro de ti), me arrepentiré, claro que sí. Pero si no estuve en ti fue por que pensé en ti y no en mí. Pues sin duda me hubieras atrapado para siempre. Siendo el adicto más negligente y porfiado que clínica de rehabilitación hubiera conocido.
Nos vamos? sin habernos ido? sí, así parece que es.
En el nombre del padre, del hijo y de la esperanza
te espero en otra estación. Bailando casi solo.

reflejos

He jugado a mirar mi sombra en el espejo, no la visto, por el contrario la disfrazo, veo a otro que no reconozco pero lo encaño. Muerto de frío me pide perdón por desvestirse de mi y dejarme abrigado frente a su espejo.
Es él, el otro. El que mira y no ve lo que ve. El mismo que no sabe quién soy (a cada rato), él se disfraza de mi y no sabe pedir perdón. El que habla de lo que el otro decimos dice.
Detrás mío el mismo espejo me escupe la nuca y no para de escupirme. Soy yo en el espejo anterior. Donde el calor no abriga. Me distraigo y escribo. Dejo de escribir cuando me doy cuenta que escribo. El temor de hallarme de espalda y a mansalva suicidarme de palabra.
Giro mi cabeza. Todas las cabezas giran. Es una relojería conmovedora, precisa, pero tardía, pues llego a mis ojos y despierto como si todo fuera sólo un sueño.
No culpo a mi espejo. Lo abrazo y perdono. Siempre he sido yo, el que de culpas ha llenado su reflejo.

autorretrato_1999

óleo y collage sobre madera
0,60 x 0,50
1999

lunes, 3 de mayo de 2010

bAIRes_1

compatriotas

Shevo doce horas en estas cashes, y no logro separar tiempo, nombres, palabras, hechos, ni aires. No sé si soy sho o el otro que me mirá ser otro.
Estoy tras una ventana en un café de Corrientes con Talcahuano, son las 2:13 AM, me reflejo y ni el tránsito, ni la suave shuvia, ni el silencio dan tregua. A pesar de eso los flashes de cuanta cámara digital pulula a la salida de los teatros (que estuvieron a tablero vuelto) iluminan la avenida cual 6 de la tarde sea.
Desarrosho una mutación, sin ser Gregorio Samsa, sólo levanto la vista y disimulo el asombro del tiempo. Definitivamente esta “puta ciudad” huele a los ‘50. Otrora Capital de Sudamérica. Me encuentro con la dialéctica borgiana de amor odio con sus avenidas circulatorias, intravenosas y arteriantes, falicamente apuntada como dardo en el centro neurálgico del cono sur. Trazada blancamente a vara y cuadriculada (a pesar de su centro) a la casi argentina perfección.
Quése sho. Conflushen en sus fachadas Nueva Orleáns, Paris, Venecia, Santiago y Nueva York, claro, viste, que con luces de Tokio de los ’70.
Este híbrido arquitectónico reluce (si levantás la mirada) y desluce (si la bajás). La miseria o los caprichos del consumo, dejan como guardias las bolsas de basura vigilando cada esquina, orgushosas de la arquitectura moderna del Teatro Metropilitan, magnífico.
Cierro los ojos y el esplendor de los ’50 me rasguñá el parpado por dentro. Esplendor agotado y desgastado por una clase política oligárquica y miserable, que se farreó un bicentenario de majestuoso. Dictadores, ladrones, corruptos y miopes. Si pareciera que la hubiesen bombardeado. Cortázar premonitor, se apagó con los ojos de Borges, y se sepultó.
Abro los ojos, los vuelvo a cerrar tratando de obturar cada magnífico y divino incidente que es mirar en esta besha puta ciudad. Que no se ha ido a la mierda por su gente, su pueblo que se enrola día a día para llamarla Buenos Aires.
A esta hora no veo ninguna Flor de Irupé. Sin embargo, cual Mr. Smith se multiplican los Sebastianes, vestidos de sábado 2 de agosto haciendo una liturgia bar a bar; teatro a teatro, café en café. Con una mirada bohemia y seductora para atrapar cuanta Ana sola camine de madrugada por ashí.
Obturo nuevamente. Cortázar, Borges, Piazolla, Páez, García, Cerati, Gieco, Gudiño Kiefer, Sosa, Soriano, Subiela, Bielinsky, Spinetta y Aznar me hablaron de esta ventana. Vitrina. Buenos Aires; sus olores, sabores, dolores, colores, sonidos, aullidos, pavores, labores, conflictos. Sus muertes, amores, temores, miserias, beshezas, bohemia, y tantas maravishas y sin sabores, que parecía una vieja amiga, viste. Que cada mirada que doy era un saludo por los años que no la había visto. Tranqui pibe, me digo, no sólo de arte vive el hombre, pero putas que bien me la describieron, si pareciera que no tengo ganas de recorrerla porque ya me la recorrí.
Sus cashes están shenas de gente por todos lados, está shena de autos con patentes argentinas, si parece verano en Chile (en época de bonanza). La gente caminá contenta y te contagiá de ese qué se sho, viste.
Dentro del café, tal como lo describe el autor de Rashuela, la gente se empapa de angustias, humo y placer. Afuera los 5 grados impiden descubrir las siluetas, cinturas y culos respingados que decoran cual galería helénica esta arteria colapsada. Chicas y mujeres de perfiles de concurso, guapas que no sabén lo que sabén. Pero no importá.
Ciudad inquieta, gastada y despierta, como si el “todo va mejor con coca cola” fuera una filosofía estructural. Mierdalín la hace mágica y cosmopolita. Mierdalón la hace hedonista y pecaminosa.
Un pibe se acercá a mi mesa. A cambio de unas monedas me da tres entradas para el teatro, me mirá con su cara mojada y pálida, le doy una tostada dulce, no alterá sus cejas y cambiá de mesa. Sale del café, se abroshá los mojados calzados, se poné un gorro de lana dejando su nariz y sus ojos en la proa y se sumergió entre la gente.
Me inserto en los 5 grados, ha calmado la shuvia. El frío en mi cara me sublevá. Me hago revolucionario de la noche bonaerense. Mimetizando mis pasos, mis deseos y mi propia aventura. En la marquesina del café, queriendo sin querer, enciendo un cigarrisho, arreglo mi gorro de ala ancha, saco de mi chaleco el reloj, lo abro, miro sin mirar el tiempo, abrocho mi abrigo largo de paño, corrijo mi corbata, mis manos se albergán en los bolsishos del abrigo, miro al frente y con un ímpetud consagrado me hago humo en Buenos Aires.
y bueno, un abrazo
Yo o el otro Alejandro

bAIRes_2

Shilenos:

Dos días después, retorno. Dos días pensando “las cashecitas de buenos aires tienen ese qué se sho, viste”. Camino pulsando mis pasos cual detective busca pistas en la escena del crimen. Miro. todo es sospechoso. Sho, las cashes, la gente, la arquitectura, las luces de la ciudad, espejo oxidado de Europa. Soy amable como para obtener pistas. Efectivamente las obtengo. Frente al famosísimo Obelisco, en el corazón de la capital, una pizzería. La idea es comprar una pizza y comerla sentado en la cashe, la sed se cubre de Quilmes. Ashí estoy, sho y el otro. Replicando una acción recomendada, cinco días antes por Alberto Olguín. Esto es único, sabroso, terrenal. Lo que buscaba.
Durante el durante de la acción recordaba y comparaba el concierto de Aznar en Antofagasta con el vivido hace horas en Jujuy. Sus diferencias y similitudes. Definitivamente el rock folclórico de Aznar los jujeños lo sentían propio, era su lenguaje, viste. La apelación en Antofagasta pasó por la cercanía de versiones de Víctor Jara.
Todavía no me daría cuenta que el dato, que a las 22:10 PM. Es decir, 15 minutos después, me daría Rosario, salvaría mi sueño en la noche porteña.
Las imágenes y recuerdos eran cada vez más veloces. Mi memoria RAM volaba. Una cantidad de información. La pizza recién comenzaba a mascarse cuarto a cuarto. La quilmes, sorbo a sorbo. Los coches, los autobuses, la gente, la noche, el subte, la basura y Buenos Aires copaban el espacio virtual y físico de mi kilómetro cuadrado.
La muzzarela de la pizza delataba lo corto de mis brazos, un chicle interminable. La fría cerveza profundizaba en mi garganta.
Giro mi cabeza, la veo pasar, retorno mi mentón a su eje, miro como se pierde entre la gente. Entiendo que el sonido de sus tacos acelerados me presentaron su figura. Larga y ejecutiva dentro de un abrigo negro como de funcionaria de banco en una noche de invierno. Cuando le dije que me dio la impresión de ejecutiva de banco rió hasta que se durmió. Me sumerjo dentro de la pizza y el refresco y mi memoria la compara a muchas. Aunque me pareció verla en ralentti y así quedó filmada.
La noche estaba cubierta por 12 grados, no siento frío. El ruido de la ciudad es cada vez más calmo.
Mi hombro acolchado por una campera negra se hunde con su índice pulsándola. Giro hacia el lado equivocado. Ríe. Me desconcierto. Rosario frente a mis ojos me ofrece participar de una recepción en un restobar de Puerto Madero.
- Sos chileno?
Respondo sin pensar en un cantito argentino.
- Y sí.
- Disculpame, no quise desconcentrarte, pero viste que se está inaugurando un restobar en Puerto Madero.
Sho con los labios y las manos shenos de aceite me distraía en sus cejas separadas por un lunar perfectamente redondo e hindú. Y con ese maldito acento.
-Viste que me voy mañana –digo como evadiendo su invitación- pero si es esta noche, más tarde.
Tal cual lo dije antes, a las 22:10 PM. Me dice: venís?
Dentro de todas las actividades que mi cabeza a esa hora podía sostener, no estaba esta propuesta.
- Mirá acá está la dirección por si te decidís. Andá, está bárbaro.
Claramente por su aspecto y modo esto no era una joda. Cuando termina de decir “bárbaro” se gira y se marcha, cuatro o cinco pasos más ashá, cuando la miraba perderse y me aprestaba a beber un sorbo, se gira y me pregunta. Cómo te shamas? Como que me atoro, le respondo y le pregunto: y tú? Casi gritando responde.
Se encuentra con otra chica. Ambas doblan por Corrientes. Sólo dejaron el perfume.
Como a las 12:20 AM. En la puerta de “charlar restobar” mi soledad se hizo evidente. Dentro del lugar la gente copa en mano, rezaba el título del bar.
Una hora antes, en mi habitación del Bristol, tuve la sensación de haberla visto antes. En plena ducha me acordé. Lorenza estaba en el café de Corrientes y Talcahuano, el café del escrito anterior. Mirá que son las cosas. Si hay algo que me jacto es mi capacidad de gran fisonomista. Nunca olvido los rostro. Claro, eshas entraron al café cuando sho estaba dentro. Eran tres chicas y un chico. La que entró al final era Rosario. Se sentó de espalda a mí, pero frente a un espejo que me permitía verla en cierto ángulo.
Cuando Lorenza me dijo que el sonido de mi celular lo recordaría por siempre, se largó a reír. Pues sonó justo cuando Faustino, el chico y dueño del Restobar, les contó en el café de corrientes con talcahuano, a Rosario y a esha que él y María Victoria se casarían en febrero.
Rosario salio a recibirme con dos copas en las manos. Me dijo, entrás Alejandro?. Yo cigarrillo en mano le dije, si claro. Mientras me pasa la copa, sale Lorenza. Suena mi celular entonando los violines que compuso Bernard Herrmann para la escena de la ducha en Psicosis. Ambas ríen. Y Lorenza de dice, exclamando, sos el chico que estaba en el Café Bri. Ese rington lo recordaré por siempre. Riendo Rosario le dice: y viste, te dije: él estaba ashí. Sho, entre risas y desconcierto trataba de contestar ese llamado de Chile.
Esa noche aun no termina. Y todos somos sospechosos… ya no existe sueño.
Definitivamente las cashecitas de Buenos Aires tienen ese qué se sho…